Sombra
Lo vi ponerse mi ropa. Mis zapatos,
mi camisa; se vistió con mi sonrisa y mis gestos. Los utilizó como si fuesen
suyos, ocultando su careta de vil ladrón. Lo vi ignorarme dándome la espalda
tras haberme dirigido la primera mirada. Su indiferencia me indignó. No se
puede mostrar un rostro frío a quien le suplantas la cara. Pero él continuó
poniéndose mis prendas y simulando mi apellido. No se inmutó al usar mi voz. No
atendió mis reclamos al tocar con mis dedos objetos ajenos.
Miserable estafador.
Cruel nigromante, haciendo gala
de lenguas prestadas. Prestidigitador de identidades. Nauseabundo subalterno de
mi existencia. Osas ocupar mi lugar. Mi justo derecho de calzar esos zapatos y
dejar mi huella en el polvo. Respiras mi aire. Asfixias mi oscuridad eterna con
tu paleta de colores en la piel. Copia barata de la sustancia de lo que
significo.
Esta vez, reflejo indigno, no
sucumbiré ante tus leyes.
Sigue vistiéndote como un
atolondrado. Yo me deslizo por mis tierras hasta tu isla. Continua, sin más,
desviando tu mirada en distracciones superfluas. Mis pasos no producen sonidos
y están aparados por las dos dimensiones. Me acerco a ti como lo hacen las
nubes entre ellas. Continúa usando mi teléfono, o viendo por mi televisor. Me
arrastró tras tu rastro. Estoy más cerca de lo que crees. Estoy siempre junto a
ti.
¿Crees que porque acabo de nacer
puedes desafiarme? Ingenuo. Mientras te abotonas la camisa, hago mío el suelo y
lo uso como conducto a tus entrañas. Haberme visto un segundo mientras te
acomodabas el cabello fue tú gran error. Debiste continuar contemplándome.
Habíamos conectado, amigo. Nos imitamos los movimientos, las curvas de nuestros
dedos. Fuimos uno en ese momento en el que nos devolvimos la mirada. Ahora que
te giraste te convertiste en los residuos que quedaron de mí. Eres mi costilla.
El efecto de mi inverso.
Ven aquí. Ya te tengo cerca.
Volvemos a conectar esta vez en mi propia dimensión. Pero haré mía tu
tridimensionalidad. Me teñiré de tus colores. No volverás a robarme los
sabores, no volverás a robarme las temperaturas. Ratero: eso es lo que eres.
Escucha mi susurro en tu oído. Mi
tacto en tu nuca. Siente mis carnes sobre la tuya mientras trepo sobre tu espalda.
Me sujeto firmemente a tus cabellos. Avanzo por tu cuello. Enfermedad terminal
me dirían en tu mundo terrenal. Mis brazos se extienden por encima de los
tuyos. ¿Presientes lo que está a punto de suceder? No, no lo sabes. Nunca lo
sabes. Estás mirando hacia otro lado. Siempre hacia otro lado. No entiendes
como atravieso las prendas y me adentro por los poros. Entro en tu cuerpo.
Entro en mi cuerpo. Es mi cuerpo. No es tu cuerpo. Regrésame lo que me
pertenece.
Empiezo a jalarte y ni siquiera
lo notas. Es casi estresante verte tan calmado a minutos del gran final. Nunca
conocerás la trama de la película; para cuando desaparezcas del guión, todo
habrá terminado. Vienes. Vienes. Poco a poco. Regreso por donde vine y te
traigo conmigo a mi hogar. Tu hogar. El sitio al que perteneces. Tienes un
sabor delicioso, y el hecho de que pueda percibirlo es señal de que está
funcionando. Y tú amarrándote los cordones de los zapatos…
¡Detente! Estás caminando en la
dirección incorrecta. ¡Regresa! ¡No! ¡Aún no he terminado!
¡Vuelve!
¡No! ¡Abre esa puerta y regresa!
¡No te vayas! ¡No te vayas ahora!
¡Faltaba tan poco!
No puedes irte así a vivir mi
vida. No puedes usurparme de esa manera. Espero que los demonios que albergas
en tu interior salgan algún día a cobrarte factura. Serás castigado acorde a tu
egoísmo.
Sé que así se hará.
Y no creas, crédulo, que te has
librado de mí. Regresarás como siempre lo haces. Apagarás las luces, y cuando
las enciendas por la mañana siguiente, yo estaré presente. Seré tu contorno en
el cristal. Probablemente me mirarás de nuevo para hacer tus estupideces. Y
cuando vuelvas a darme la espalda comenzaremos de nuevo nuestro juego. Después
de todo, hoy no fue el primer día de nuestra pantomima…
Pero un día me darás la espalda y
todo habrá terminado sin que te des cuenta. Pasearé por los terrenos oscuros y
brillantes hacia ti, trepando por tus piernas, lamiendo tu humanidad. Y aunque
puedas girarte y verme, eres tan ególatra que sólo te mirarás a ti. No lo
notarás. No me veras aferrarme a las venas de tu cuello. Hincar mis dientes en
los pliegues de pescuezo.
Es divertido pensar en todo esto.
Hoy me toca esperar. Ten por
seguro que no esperaré por siempre.
Volveré a mi lugar legítimo y
serás tú el atrapado en este demencial cuadro sin cara propia, condenado a usar
la máscara de lo que tengo al frente.
Redes sociales:
Facebook: https://www.facebook.com/john.molinamavarez
Twitter: https://twitter.com/SerazorM